Valor del Mes | Juan Tomás García, msc
La Paternidad
“El que me ve a mí, ha visto al
Padre”
(Jn 14,9)
Reflexionamos este mes de julio el valor
de la paternidad a la luz de nuestra condición de discípulos de Cristo, quien
asumió su condición de hijo con todas sus consecuencias, conscientes de la
crisis actual conocida como “el eclipse de la paternidad”, que parece perder de
vista este don y tarea. Y desde el principio nos vienen a la mente tantos
padres que han formado sus familias y han sido fundamentales en las vidas de
sus hijos. Hoy agradecemos por ellos, por todos los padres que se esfuerzan en
el ámbito del hogar y viven ese rol tan decisivo en la vida de las personas.
Paternidad relacional
La paternidad esencialmente es relacional,
es una manera en la que el hombre encuentra su realización en el servicio a la
comunidad humana básica, que es la familia y con ella, a la sociedad humana. Por
lo tanto, no se puede entender el actual desafío de la paternidad aislado de la
cultura en la que vivimos. Cuando una sociedad pierde de vista la verdadera
dignidad del hombre, la cultura en sí misma empieza a enredarse. Es evidente la
crisis de la familia misma, que es un desafío para nuestra fe, pues se
fundamenta en relaciones humanas que hacen visibles las comunidades. Y la
verdadera comunidad tiene como base el amor, el respeto mutuo, la solidaridad
entre sus miembros, la realización de un proyecto vital que no es posible solos
e individualistas, sino en el ámbito de las relaciones fraternas y solidarias.
Dios es Padre bueno
Desde la experiencia de Jesús y el modo que nos reveló a un Dios que ama incondicionalmente, que no subordina el amor al cumplimiento de normas o leyes; un Dios que tiene entrañas de misericordia y que se fija en el que está cansado y abatido, enfermo o excluido, para mostrarle su amor y recuperarlo para la vida y la comunión con los hermanos. Esa es la vivencia que nosotros aspiramos alcanzar. En muchos casos, sería impropio usar la analogía de la paternidad humana para hablar de Dios por las malas experiencias humanas que tenemos. En realidad, es el amor de Dios y su cuidado y ternura por cada una de las personas que ha creado por amor, la fuente donde el padre encuentra su modelo de paternidad y puede avanzar más allá de la paternidad biológica a la grandeza de ser padre en totalidad, entregado a los hijos que ha procreado junto a la madre. Desde la fe, esa mirada del padre amoroso nos hace comprender el don de la paternidad biológica y su ensanchamiento hasta un modelo de ser padres que implica la ternura, la fidelidad, el acompañamiento en el crecimiento de los hijos y todo lo que envuelve acompañar y preparar para asumir la propia realidad en los caminos de la vida.
Presencia y ausencia de los padres
En la fe cristiana es impensable
experimentar el amor, la alegría y la confianza sin haberse encontrado con el
Padre de Jesús, tal como lo anuncia y lo hace presente con sus gestos y
palabras. Su amor nos hace crecer humanamente, sana nuestras heridas y nos abre
un horizonte de esperanza que permite creer y actuar como sus hijos. Sabemos de
la ausencia del padre en la vida de sus hijos, por muchísimas razones
socioeconómicas y culturales, y con negativas consecuencias para que crezcan
sanamente; la madre asumiendo el doble rol y en muchos ambientes sin la
protección social en sociedades como las nuestras. Redescubramos el valor de la
paternidad, para que no falte a nadie esta presencia del padre, conscientes de
su rol decisivo en la familia humana.
Agradezcamos a Dios Padre, que nos indica
el estilo humano y espiritual a alcanzar por quienes son bendecidos con este
don. Y no perdamos de vista la realidad de los padres y las madres para que
tengamos personas construidas, realizadas, al servicio de un mundo mejor. ADH
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