En Memoria | P. Adolfo Quezada, msc
La Pascua del padre Reyes
¡Qué pronto te fuiste compañero! Y asà de rápido ha
transcurrido este primer año de tu partida. ¿Quién lo iba a creer? Pero es el
ciclo de la vida…
Luchaste mucho, como buen soldado, como buen
cristiano, por tu salud y por vivir. Lo sabemos nosotros, tus compañeros, que
te acompañamos. Eso me consta, pues yo estuve contigo al iniciar uno de esos
momentos crÃticos del proceso. Te seguimos en la enfermedad, tus esfuerzos por
vivir, tu delicadeza… Sin embargo, te perdimos fÃsicamente.
¿Quién era el Padre Reyes?
Reyes era el tercero de seis hermanos: Pedro, Julia,
Félix, Dolores y Margarita, todos hijos de Ramón Suárez y Celestina del Orbe,
ambos ya fallecidos.
Es una familia modesta, humilde, con un potencial de
fe y del Evangelio muy sólidos. Viviendo en el paraje Santa Marta, en la Gina,
Pimentel.
El y yo trabajamos con y grupos y lÃderes juveniles,
cada uno en su comunidad. HacÃamos muchos intercambios entre las capillas de
muchas comunidades en Pimentel: veladas, teatros, celebraciones. De modo que yo
le conocÃa y asà cuando empecé a visitar el grupo vocacional en Castillo,
aproveché para hacerle la invitación a él.
Asà dio inicio a su proceso vocacional y, como era
bachiller, fue admitido a ingresar en el Centro Vocacional MSC para el verano
de 1976. Reyes avanzó seriamente en su proceso y en el año 1981 emitió sus
votos definitivos como religioso en la congregación de los Misioneros del
Sagrado Corazón. Finalizadas las etapas de formación hasta el diaconado
transitorio, el padre Reyes fue ordenado sacerdote el 23 de junio de 1984.
Sirvió durante 35 años a su Congregación y a la Iglesia.
La maduración en su proceso humano y cristiano lo hizo
muy afable, de fácil comunicación y diligente para establecer vÃnculos y
construir muchas relaciones de amistad. “Aquà está el hijo de Celestina”, solÃa
bromear, enfatizando ese lazo materno.
Puedo asegurar que muy pocas veces lo vi enfadado o
malhumorado Esto le valió para conquistar la confianza de muchas personas de
diferentes edades y estratos sociales. La presencia de la gente en el velatorio
y el funeral, asà como en las celebraciones eucarÃsticas durante el Novenario
confirman mi percepción.
Compañero amable, acogedor, no tenÃa espacio para el
resentimiento, siempre fraterno, muy humano. Padeció su enfermedad sin
amargura, soportó sus dolores con entereza y se durmió para la eternidad a los
65 años de edad.
¡Descansa en paz, hermano, amigo, misionero y
compañero! ADH 846.